martes, 23 de mayo de 2017

Pentecostés

A los 40 días de resucitar el Domingo de Pascua, Jesús ascendió al cielo en el Día de la Ascensión. Sus discípulos se pusieron muy tristes, pues Jesús volvía a despedirse de ellos para volver a irse y a dejarles solos.
     Al verles así, Jesús les dijo que no se preocupasen, que no les iba a dejar nunca solos, pues Él y Dios Padre les enviarían su Espíritu para que jamás sintieran que estaban abandonados o solos sobre la Tierra.
     También les pidió que se quedaran en Jerusalén todos reunidos hasta que recibieran el Espíritu Santo.
     10 días estuvieron junto a la Virgen Madre, encerrados en la casa donde habían celebrado la Última Cena y visto a Jesús Resucitado por primera vez el Domingo de Pascua, rezando y conversando de Jesús. Eran hombres cobardes, con miedo, que no se atrevían a hablarle a la gente de su Maestro. Todavía sentían que les podía pasar lo mismo que a Jesús: que los mataran por ser amigos de Jesús, el Crucificado.
     De repente se escuchó un ruido como de un trueno, entró un viento huracanado en la casa y se posaron unas lenguas de fuego sobre las cabezas de todos y cada uno de los que se encontraban allí.
     Cuando recibieron el Espíritu Santo estos hombres se transformaron: se llenaron de valor y sabiduría, se les aclararon todas las cosas que no habían entendido mientras habían estado con Jesús. Salieron a las calles y a toda voz empezaron a hablar de Jesús y a explicar su mensaje.


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